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miércoles, 7 de octubre de 2020

¿Cómo ser un buen profesor?

Se entiende como profesor (según la RAE) a toda persona que enseña un arte, una ciencia, una técnica, etc. A simple vista, la idea puede parecer muy clara: un profesor es aquel que transmite unos conocimientos. Y para ello, como es obvio, debe estar primero en posesión de ellos. 




De este modo, un buen profesor será aquel que sepa mucho de su especialidad y que se lo cuente a los alumnos y uno malo, el que no domine su campo. Sin embargo, no somos pocas las personas que sabemos que esto no es suficiente. Todos aspiramos a algo más, queremos no solo que sea un experto en su área, sino que sepa comunicarlo, transmitirlo, hacérselo entender a sus alumnos. Así, podemos en primera instancia darnos cuenta de que para ser un buen profesor no basta con saber mucho de lo tuyo, sino que debes saber cómo transmitir tus conocimientos a tu clase. Por lo tanto, debes conocer estrategias para ello. Sin embargo, no descubro Roma si digo que para lograr transmitir los conocimientos a tus estudiantes no basta con tener muchas nociones de psicología y sociología. Cada persona es muy diferente, y si bien saber sobre la mente humana y las relaciones de los estudiantes puede ser de gran ayuda, necesitamos prestar atención individual a cada alumno, tratar de comprender cada situación (si, haciendo uso de esas herramientas psicológicas) pero también ser resolutivos. Debemos estar motivados, prestar atención a los alumnos, ser observadores, capaces de detectar los problemas (con la máxima antelación posible), ser pacientes, atentos, motivadores, innovadores, etc. 

Todo esto puede resultar una maraña de asuntos con los que chocamos sin esperarlo... "Ay, yo creía que bastaba con meterme en una clase y contarles todo lo que se sobre Química". No. Rotundamente NO. 

Podríamos sistematizar cuales son las funciones que debe tener un docente en su profesión simplemente haciendo uso de la lógica (si, sé que lo que es lógico para unos puede no serlo para otros, y que cada persona puede ver las cosas de manera distinta). Pero estaríamos siendo muy liberales (en su connotación negativa) si defendemos que todas las visiones son igual de válidas y de lógicas (con unos pilares basados en principios básicos y HUMANOS). 

Sin embargo, aunque este pudiera ser un ejercicio realmente interesante e instructivo, requeriría de bastante tiempo. Por lo tanto, voy a optar por exponer cuales son las 12 funciones que el artículo 91 de la LOE (y también en la LOMCE) expone:

1. Programación y enseñanza de las áreas.

2. Evaluación del proceso de enseñanza y de aprendizaje. 

3. Tutoría, dirección, orientación y apoyo a los alumnos.

4. Orientación a nivel educativo, académico y profesional. 

5. Atención integral del alumnado.

6. Programación, organización y participación en actividades complementarias.

7. Contribución al clima de respeto y tolerancia. 

8. Informar a las familias sobre los procesos de enseñanza, educación y aprendizaje. 

9. Coordinación de las actividades docentes, de gestión y de dirección. 

10. Participación en la actividad general de centro.

11. Participación en planes de evaluación establecidos. 

12. Investigación, experimentación y mejora de la enseñanza. 

Además, también se ha incluido una decimotercera función: Los profesores realizarán estas funciones bajo el principio de colaboración y de trabajo en equipo. 

Se que como tarea de clase se me ha mandado comentar una de ellas en específico. Sin embargo (no se si es un defecto o no, pero estoy muy a gusto con ello) nunca me gustó ceñirme a cumplir a rajatabla aquello que se nos manda. Y menos en una asignatura tan abierta a expresar nuestros puntos de vista, a difundir, a divulgar nuestra visión de la enseñanza. No pretendo decir que no haya unas premisas inamovibles, universales. Lo que quiero expresar es que todo el mundo, desde nuestra experiencia, nuestro contexto, nuestras alegrías y nuestro sufrimiento, podemos aportar cosas muy interesantes, diferentes y complementarias. 

Por eso, procederé a comentar todos aquellos aspectos a los que considero puedo aportar ideas más interesantes. Con respecto a las funciones 1 y 2, poco que decir, es la noción que todo el mundo tiene de profesor. Nadie puede ser profesor si no enseña su área, si no las programa y no evalúa al menos a los alumnos. Sin embargo, si cabe resaltar el detalle de realizar no solo una evaluación de los conocimientos que los alumnos hayan adquirido, sino de como tú, como docente, eres capaz de transmitir esos conocimientos, qué estrategias usas, cómo están de motivados los estudiantes. 

Con respecto a la tutoría, dirección, orientación y apoyo a los alumnos, me parece una actividad realmente esencial. Un profesor, además de alguien que transmite conocimientos, debe ser tutor. Y eso implica una atención personalizada a cada estudiante, de saberles dirigir en sus inquietudes académicas y fuera de lo académico (no estoy diciendo que invadamos el espacio de la familia). Un alumno que se ve apoyado por su tutor probablemente tenga menos preocupaciones que le distraigan y, por lo tanto, aumentar su rendimiento académico.

La orientación educativa, académica y profesional es esencial. Los alumnos deben conocer cuáles son las posibilidades a las que acceder después de abandonar la ESO, Bachillerato, Formación Profesional, Educación Universitaria, etc. De este modo, y con más influencia en las etapas más tempranas, el futuro de muchos de nuestros estudiantes puede ser muy diferente. Un alumno mal informado puede no decidir estudiar cierta materia o no realizar ciertos estudios posteriores pensando que eso no le va a dar posibilidad de sustentarse en el futuro, o creyendo que no le va a servir para nada, o que las salidas posibles puedan no gustarle. De este modo, un estudiante bien orientado podrá tomar decisiones con más libertad. 

Con respecto a la atención integral del alumnado, sobra decir (o debería, aunque realmente hay que estar diciéndolo y recordándolo, por desgracia), que los alumnos deben ser todos tratados en igualdad, independientemente del contexto de cada uno, de sus realidades, de sus capacidades. La escuela no está diseñada para crear genios (aunque aún está el debate abierto), sino para que los estudiantes adquieran competencias básicas. No nos olvidemos de que muchas discapacidades no se pueden ver a simple vista, y no caigamos en términos médicos, patologizantes, discriminatorios, excluyentes, capacitistas. Mal profesor aquel que pretende explotar todo el potencial de algunos estudiantes, y que margina a otros. Mal profesor el que se basa en evaluar el proceso de aprendizaje tan solo en notas de exámenes, en aprobados o suspensos, en simples NÚMEROS. La educación es un derecho PARA TODOS, TODAS y TODES. Si, uso el neutro. Y también sé que la RAE no lo ha admitido. Pero, paradójicamente, aunque he empezado esta entrada con una definición del diccionario, poco me importa la excelentísima real academia cuando pisa realidades, aplasta, pasa por encima de identidades (pero este tema ya le hablaré en otra entrada). Eso es precisamente lo que NO podemos hacer como docentes. Conviene recordar que puede parecer más sencillo que los estudiantes se adapten a cada profesor, a cada forma de enseñar, ya que por clase hay un profesor (o dos a lo sumo) y mínimo no se... ¿diez estudiantes? (salvo clases particulares o de cursos más específicos). Sin embargo, conviene recordar que los protagonistas de la clase son realmente ellos, no nosotros. Por lo tanto, los profesores tendremos que adaptarnos a las capacidades de cada estudiante, y proveerles de una educación personalizada tanto en el aula como en posibles grupos de apoyo fuera. Creo esencial poner de relieve que muchos estudiantes pueden no tener ciertas capacidades por culpa de un sistema deficiente, porque necesiten aprender de una manera diferente y mejorada. Recordemos que la educación es un derecho fundamental para todos. 

La organización y participación en actividades complementarias es otro de los aspectos más olvidados por los profesores. Las excursiones son una forma muy didáctica de aprender cosas nuevas, de entrar en contacto con realidades y, además, muy eficiente. Sin embargo, muchos profesores, ante la responsabilidad que implica dirigir una excursión, y el lío organizativo, prefieren mirar para otro lado. 




El punto número siete lo dejo para el final, Quiero antes comentar la importancia de informar a las familias sobre la educación y el aprendizaje de sus hijos. La interacción padres-profesores (y por extensión familias-sistema educativo) es esencial, ya que parte del aprendizaje y de la educación se lleva a cabo en las casas. No solamente de los contenidos académicos, sino de valores humanos. Además, el seno familiar, junto con la forma de socialización de cada alumno puede ser uno de los factores clave en la aparición de conflictos, de dilemas que puedan bajar drásticamente la motivación, la ilusión, las ganas y el rendimiento académico. Es importante que las familias y los profesores estén en consonancia. De igual modo, los docentes deben estarlo unos con otros, siendo complementarios. No tiene sentido que los valores, la ilusión, la motivación que transmite un profesor sea arrebatada por la disonancia de otros docentes del centro. Ahí es donde toma relevancia la función decimotercera (o 12+1 para los supersticiosos). Además, muy relacionada está la participación en la actividad general del centro. 

Con respecto a la coordinación de las actividades docentes, de gestión y de dirección y a la participación en los planes de evaluación creo que poco hay que decir. 

La investigación, experimentación y mejora de la enseñanza es otro factor clave que ya se ha comentado anteriormente. El docente debe estar en constante revisión de sí mismo, de sus métodos educativos, autoevaluándose, y siendo formado de forma continua. Debe dejar los orgullos tóxicos a un lado, y ser exigente, aspirar a mejorar día a día y a saber adaptarse a cada circunstancia que pueda surgir. 

Para terminar, como había prometido anteriormente, quiero hablar sobre la función de contribución a un clima de respeto y tolerancia. Creo que este asunto es especialmente importante. Sin embargo, considero que la forma de sintetizar la idea con palabras como "tolerancia" no hace justicia a la bondad de la idea que quiere transmitirse. Tolerar es aceptar algo que no es concordante con tus ideas. Y no, no hay que educar solamente para eso. En muchos asuntos sociales el problema está en el fondo. Las ideas prejuiciosas inculcadas por las familias o la sociedad. No se debería aceptar que los niños (recordemos, nuestro futuro) crezcan con ideas discriminatorias. No se puede tolerar a las personas homosexuales, bisexuales, trans, etc., ya que eso implicaría que, aunque nos acepten, realmente las ideas de fondo de esos niños/preadolescentes/adolescentes NO SON SANAS. En su interior. a pesar de no exteriorizarlo (por una idea de respeto muy superficial), seguirían pensando que no somos personas igual de válidas. Del mismo modo, y esto parece más sencillo de entender, no se puede tolerar a las personas racializadas o a las mujeres, ya que significaría que, aunque no lo expreses, y des una imagen/apariencia de respeto, en el fondo no crees que sean iguales en derechos, en libertades.

Una vez realizada esta corrección (que, si bien puede ser debatida en términos, no debería serlo en los pilares que la sustentan), comentar que esta medida de contribución al respeto es esencial, EDUCAR EN LA DIVERSIDAD, dar a conocer. Los miedos surgen cuando no se conoce. Y por desgracia, muchos miedos desembocan en odio y violencia. Unos niños/adolescentes bien informados serán mucho menos propensos a repetir actitudes discriminatorias que sus predecesores, sin lugar a ninguna duda, han cometido con anterioridad. Por lo tanto, una vez establecidas estas funciones básicas para ser un buen profesor… ¿Creéis que es correcto hablar simplemente de profesor, o igual debería enmarcarse más en términos de educador? Por desgracia, para eso, aún nos faltaría (a los que aspiramos a ser profesores) mucha formación. 




jueves, 1 de octubre de 2020

El sistema educativo español: ¿Es realmente tan malo cómo los datos reflejan?


Es bien conocido que el sistema educativo español muestra en sus datos resultados muy poco alentadores. Países como Corea del Sur o Finlandia tienen cifras de éxitos que se sitúan a años luz de nosotros. Sin embargo, una de las cuestiones clave pasa por preguntarnos lo siguiente: ¿Cuáles son las diferencias entre nuestro sistema educativo y el suyo? Y también: ¿Qué diferencias culturales existen entre ambos países? ¿Es realmente tan grande la brecha como para no poder aplicar aquí estrategias similares para mejorar los resultados? 

Hablo de estos dos países porque, pese a que ambos tienen resultados muy similares, muy por encima de nosotros, sus sistemas se basan en estrategias y valores muy diferentes entre sí. En Corea del sur prima el esfuerzo ante todo. Su idea central radica en que un gran esfuerzo lleva consigo unos grandes resultados. Por lo tanto, ser exitoso depende de la capacidad de trabajo duro. Cabe resaltar que en este país la educación está muy valorada: tanto las familias como el Estado y los profesores reman en una misma dirección. Sin embargo, a pesar de sus buenos resultados, y de su filosofía, desde mi punto de vista positiva de la cultura del esfuerzo y el valor del trabajo, resalta que para ello inviertan cifras desorbitadas de horas diarias (unas 12h/día). Esto demuestra que no es una cuestión de inteligencia, sino de tiempo. Pero estar 12 horas al día es realmente preocupante, poco efectivo, y puede tener otros efectos negativos en la sociedad. Así, los jóvenes apenas pueden disfrutar de tiempo para realizar otras actividades, descubrir mundo, descubrir gustos y conocerse a sí mismos y a los demás. 

En las antípodas de este modelo se encuentra Finlandia. Con resultados similares, apenas requieren de 5h/día. Una de las claves de su sistema educativo se basa en la motivación del estudiante. Además, el profesor pasa de ser una persona que imparte conocimientos de forma exclusiva para convertirse en un validador de experiencias. Esto, como es lógico, requiere de profesores que realizan un esfuerzo titánico. Este sistema presenta ventajas muy interesantes, como la posibilidad de realizar otro tipo de actividades fuera de lo académico. Sin embargo, quizá no se promueve mucho la idea del esfuerzo. 

En España, a pesar de tener resultados muy diferentes, creo que el sistema educativo logra llegar a un equilibrio racional entre estas dos posturas: por un lado, está bastante inculcada la idea del esfuerzo como forma de lograr objetivos, pero no al nivel de Corea del Sur, con jornadas de estudio más moderadas. Sin embargo, creo que seguimos inmersos en la falsa idea de que cuanto más tiempo mejores resultados. Y es que esto es verdad solamente hasta un límite, ya que la capacidad de aprendizaje, de asimilar y comprender conocimientos se ve fuertemente mermada tras un cierto período de trabajo. 

Por otro lado, la falsa idea de que buenas notas son sinónimo de saber más, de ser más listo y ser más válido. En ocasiones, llegando a un punto capacitista muy preocupante. Las familias y los profesores no están tan ligados como en Corea del Sur, y el Estado deja de lado de una forma realmente muy preocupante a la educación. 

Es cierto que nuestra cultura es muy diferente a la de estos países y que, por lo tanto, aspirar a repetir los mismos resultados de la misma forma no es viable. Es más, quizá ni siquiera son el ejemplo a seguir. Es probable que debiéramos fijarnos en otros lugares como Canadá, con resultados muy satisfactorios, y modelos más equilibrados, donde tanto estudiantes como profesores realizan un gran esfuerzo y están muy implicados. Sin embargo, en España hace falta inversión en I+D y en educación más allá de todos los cambios en la metodología. Hasta que los gobiernos no estén realmente implicados, las mejoras en el sistema educativo van a ser complicadas.

Sin embargo, esto no significa que haya que bajar los brazos. Los profesores deben estar siempre a la última, en constante formación, deben estar motivados, verse implicados en su trabajo, comprometidos, conscientes de la importancia que tienen. Además, deben replanteare su forma de evaluación, y buscar la motivación de sus alumnos. 

En conclusión, en España a pesar de tener un sistema educativo equilibrado en cuanto a la idea de esfuerzo, aún queda mucho trabajo por hacer para mejorar unos resultados que no muestran tendencias de mejoría.



¡OH, MI YO!

¡Oh, mi yo! ¡oh, vida! de sus preguntas que vuelven, del desfile interminable de los desleales, de las ciudades llenas de necios. De...