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viernes, 23 de octubre de 2020

O Pelouro: ¿una educación inclusiva?



La escuela O Pelouro nace, en palabras de su Co-Fundador Juan Llauder, “con el fin de atender a la necesidad de ser, poder ser uno y ser uno con otros en un mundo de niños”. A toda vista, parece un proyecto innovador, motivador, bondadoso y con valores éticos muy importantes como la equidad.

En el vídeo1, los niños se muestran muy contentos, dicen que se sienten libres, que se relacionan con otros niños que tienen síndromes y aprenden de ellos. Sin embargo, uno de ellos, habla de una compañera como “una autista de la que puede aprender mucho”, lo que da reflejo de que el centro ha generado una etiqueta que se ve de alguna forma estigmatizada. Un centro que no hiciese diferenciación no tendría niños que destacasen que alguien sea autista desde un plano, en el cual, parece sorprender que alguien autista te pueda enseñar cosas. ¿Quizá haya demasiados estereotipos asumidos de inicio?

Cuentan que la educación de las escuelas clásicas ha quedado obsoleta, lo cual comparto completamente, ya que no se centran en el desarrollo de la personalidad, en la socialización, en la educación en valores, etc. Por el contrario, se preocupan de educar en contenidos (que realmente tenemos al alcance con el desarrollo de internet). Es decir, no está contextualizada en la realidad del mundo actual.

Además, explican que se sabe mucho de cómo son los niños, pero no se aplica en ellos las estrategias de aprendizaje óptimas. Sin embargo, si se observa el interés en que se obtengan resultados de ellos: “los niños se han mercantilizado”. No podría estar más de acuerdo con esta afirmación. Ya desde pequeños, les enseñamos que tienen que estudiar porque hay que aprobar para labrarse un futuro. Sin embargo, en ningún momento se les dice que tienen que aprender. No se les motiva, no se les hacen actividades orientadas a la introspección, a que se descubran a si mismos, a que se conozcan, a que encuentren sus gustos.

También critican que en los informes PISA se buscan resultados buenos, desde un resultado controlado, sin tener en cuenta el caos. Esto entra muy en relación con la idea de la teoría del etiquetado que tanto hemos escuchado en clase. Se genera la idea de niños muy capacitados y otros que no llegan, con el estigma asociado de ser menos válidos. No tienen en cuenta los distintos ritmos ni intereses, ya que son pruebas de masa que valoran una homogeneidad y no la diversidad. De esta forma, en estos chavales se depositan menos esperanzas, lo cual puede llevar consigo un claro efecto Pigmalion negativo a nivel individual, provocando que esos chicos se desmotiven y no den lo mejor de si (por lo tanto, no desarrollen todas sus capacidades). A mi modo de ver, la escuela actualmente es un sumidero terrible de recursos humanos.

Además, puedo observar en el vídeo que algunos de los alumnos que hablan están muy concienciados de la importancia de educar en las emociones, las relaciones interpersonales, el descubrirse a uno mismo y a los demás… y dan una importancia relativa a los contendidos. Sin duda, esto refleja que O Pelouro se centra en ese desarrollo de competencias básicas (que no son, ni mucho menos, los contenidos teóricos de las asignaturas) del que tanto hincapié se hace pero que, realmente, no se aplica en la enseñanza más tradicional y extendida.

Posteriormente explican que el método se basa en encender la pasión por conocer de los estudiantes, para que así tengan actitud investigadora, ganas de descubrir. Para mí, este es el punto fundamental de la educación. Tenemos que ser guías que, en primera instancia, mediante una presentación divulgativa de los contendidos, emocione, despierte curiosidad, para que los alumnos quieran descubrir por si mismos. Es en ese momento en el que los docentes debemos dotarles de herramientas para que sepan buscar y seleccionar la información relevante y fiable. En un mundo en el cual la información está por todos lados (es más, vivimos en la era de la sobreinformación), a veces se da la paradoja de que se produce un proceso de desinformación. De este modo, debemos conseguir desarrollar personas con ilusión, autónomas, cuyo aprendizaje valga para toda la vida. Aportar datos nuevos no tiene apenas valor, ya que el 80% de la información se encuentra digitalizada y en internet. Sin embargo, lo que si se valora, es conseguir el desarrollo de las competencias básicas fundamentadas en las inteligencias múltiples.  

En O Pelouro, el perfil profesional media, facilita, apoya y compaña al niño en el aprendizaje. Además, aprenden en el interés de cada niño. Este es otro aspecto fundamental: educar en las cosas que les interesan a nuestros estudiantes, para que puedan ir descubriendo a partir de ellas más, y no desde el interés de un sistema que es realmente homogeneizador y se centra en intereses sociales y culturales establecidos.

Si hay algo que no me convence de O Pelouro, es la idea de normalización de “estudiantes con necesidades especiales”. Estoy totalmente en contra de la idea de normalización, ya que resulta llamativo que se quiera fomentar la diversidad, pero se pretendan erradicar las diferencias inherentes a cada persona. La idea de diferencia de capacidades es realmente un problema, el capacitismo está muy presente en nuestra sociedad. Hablan de que las personas Autistas pueden tener “islas de normalidad”. Ahora yo me pregunto…: ¿qué es la normalidad?¿hay que “normalizar tantas cosas?¿o igual lo que hay que hacer es “cotidianizar”?

Y lo que es más importante…¿y si dejamos de hablar de las personas autistas como si los alistas supiéramos más que ellos?¿Y si dejamos de lado esa concepción de las discapacidades como algo relacionado intrínsecamente con capacidades?

Yo, desde una perspectiva alista, no puedo hablar de la realidad de las personas autistas, pero si puedo reivindicar que les escuchemos, que no podemos saber más que ellos de ellos mismos, y que dejemos de asumir cosas.




Lanzando esta reflexión, cierro esta entrada (por cierto, esta es una forma también de educar, incentivar que los alumnos reflexionen, no darles todas las respuestas, haceres que piensen por ellos mismos).

 

 

 


miércoles, 7 de octubre de 2020

¿Cómo ser un buen profesor?

Se entiende como profesor (según la RAE) a toda persona que enseña un arte, una ciencia, una técnica, etc. A simple vista, la idea puede parecer muy clara: un profesor es aquel que transmite unos conocimientos. Y para ello, como es obvio, debe estar primero en posesión de ellos. 




De este modo, un buen profesor será aquel que sepa mucho de su especialidad y que se lo cuente a los alumnos y uno malo, el que no domine su campo. Sin embargo, no somos pocas las personas que sabemos que esto no es suficiente. Todos aspiramos a algo más, queremos no solo que sea un experto en su área, sino que sepa comunicarlo, transmitirlo, hacérselo entender a sus alumnos. Así, podemos en primera instancia darnos cuenta de que para ser un buen profesor no basta con saber mucho de lo tuyo, sino que debes saber cómo transmitir tus conocimientos a tu clase. Por lo tanto, debes conocer estrategias para ello. Sin embargo, no descubro Roma si digo que para lograr transmitir los conocimientos a tus estudiantes no basta con tener muchas nociones de psicología y sociología. Cada persona es muy diferente, y si bien saber sobre la mente humana y las relaciones de los estudiantes puede ser de gran ayuda, necesitamos prestar atención individual a cada alumno, tratar de comprender cada situación (si, haciendo uso de esas herramientas psicológicas) pero también ser resolutivos. Debemos estar motivados, prestar atención a los alumnos, ser observadores, capaces de detectar los problemas (con la máxima antelación posible), ser pacientes, atentos, motivadores, innovadores, etc. 

Todo esto puede resultar una maraña de asuntos con los que chocamos sin esperarlo... "Ay, yo creía que bastaba con meterme en una clase y contarles todo lo que se sobre Química". No. Rotundamente NO. 

Podríamos sistematizar cuales son las funciones que debe tener un docente en su profesión simplemente haciendo uso de la lógica (si, sé que lo que es lógico para unos puede no serlo para otros, y que cada persona puede ver las cosas de manera distinta). Pero estaríamos siendo muy liberales (en su connotación negativa) si defendemos que todas las visiones son igual de válidas y de lógicas (con unos pilares basados en principios básicos y HUMANOS). 

Sin embargo, aunque este pudiera ser un ejercicio realmente interesante e instructivo, requeriría de bastante tiempo. Por lo tanto, voy a optar por exponer cuales son las 12 funciones que el artículo 91 de la LOE (y también en la LOMCE) expone:

1. Programación y enseñanza de las áreas.

2. Evaluación del proceso de enseñanza y de aprendizaje. 

3. Tutoría, dirección, orientación y apoyo a los alumnos.

4. Orientación a nivel educativo, académico y profesional. 

5. Atención integral del alumnado.

6. Programación, organización y participación en actividades complementarias.

7. Contribución al clima de respeto y tolerancia. 

8. Informar a las familias sobre los procesos de enseñanza, educación y aprendizaje. 

9. Coordinación de las actividades docentes, de gestión y de dirección. 

10. Participación en la actividad general de centro.

11. Participación en planes de evaluación establecidos. 

12. Investigación, experimentación y mejora de la enseñanza. 

Además, también se ha incluido una decimotercera función: Los profesores realizarán estas funciones bajo el principio de colaboración y de trabajo en equipo. 

Se que como tarea de clase se me ha mandado comentar una de ellas en específico. Sin embargo (no se si es un defecto o no, pero estoy muy a gusto con ello) nunca me gustó ceñirme a cumplir a rajatabla aquello que se nos manda. Y menos en una asignatura tan abierta a expresar nuestros puntos de vista, a difundir, a divulgar nuestra visión de la enseñanza. No pretendo decir que no haya unas premisas inamovibles, universales. Lo que quiero expresar es que todo el mundo, desde nuestra experiencia, nuestro contexto, nuestras alegrías y nuestro sufrimiento, podemos aportar cosas muy interesantes, diferentes y complementarias. 

Por eso, procederé a comentar todos aquellos aspectos a los que considero puedo aportar ideas más interesantes. Con respecto a las funciones 1 y 2, poco que decir, es la noción que todo el mundo tiene de profesor. Nadie puede ser profesor si no enseña su área, si no las programa y no evalúa al menos a los alumnos. Sin embargo, si cabe resaltar el detalle de realizar no solo una evaluación de los conocimientos que los alumnos hayan adquirido, sino de como tú, como docente, eres capaz de transmitir esos conocimientos, qué estrategias usas, cómo están de motivados los estudiantes. 

Con respecto a la tutoría, dirección, orientación y apoyo a los alumnos, me parece una actividad realmente esencial. Un profesor, además de alguien que transmite conocimientos, debe ser tutor. Y eso implica una atención personalizada a cada estudiante, de saberles dirigir en sus inquietudes académicas y fuera de lo académico (no estoy diciendo que invadamos el espacio de la familia). Un alumno que se ve apoyado por su tutor probablemente tenga menos preocupaciones que le distraigan y, por lo tanto, aumentar su rendimiento académico.

La orientación educativa, académica y profesional es esencial. Los alumnos deben conocer cuáles son las posibilidades a las que acceder después de abandonar la ESO, Bachillerato, Formación Profesional, Educación Universitaria, etc. De este modo, y con más influencia en las etapas más tempranas, el futuro de muchos de nuestros estudiantes puede ser muy diferente. Un alumno mal informado puede no decidir estudiar cierta materia o no realizar ciertos estudios posteriores pensando que eso no le va a dar posibilidad de sustentarse en el futuro, o creyendo que no le va a servir para nada, o que las salidas posibles puedan no gustarle. De este modo, un estudiante bien orientado podrá tomar decisiones con más libertad. 

Con respecto a la atención integral del alumnado, sobra decir (o debería, aunque realmente hay que estar diciéndolo y recordándolo, por desgracia), que los alumnos deben ser todos tratados en igualdad, independientemente del contexto de cada uno, de sus realidades, de sus capacidades. La escuela no está diseñada para crear genios (aunque aún está el debate abierto), sino para que los estudiantes adquieran competencias básicas. No nos olvidemos de que muchas discapacidades no se pueden ver a simple vista, y no caigamos en términos médicos, patologizantes, discriminatorios, excluyentes, capacitistas. Mal profesor aquel que pretende explotar todo el potencial de algunos estudiantes, y que margina a otros. Mal profesor el que se basa en evaluar el proceso de aprendizaje tan solo en notas de exámenes, en aprobados o suspensos, en simples NÚMEROS. La educación es un derecho PARA TODOS, TODAS y TODES. Si, uso el neutro. Y también sé que la RAE no lo ha admitido. Pero, paradójicamente, aunque he empezado esta entrada con una definición del diccionario, poco me importa la excelentísima real academia cuando pisa realidades, aplasta, pasa por encima de identidades (pero este tema ya le hablaré en otra entrada). Eso es precisamente lo que NO podemos hacer como docentes. Conviene recordar que puede parecer más sencillo que los estudiantes se adapten a cada profesor, a cada forma de enseñar, ya que por clase hay un profesor (o dos a lo sumo) y mínimo no se... ¿diez estudiantes? (salvo clases particulares o de cursos más específicos). Sin embargo, conviene recordar que los protagonistas de la clase son realmente ellos, no nosotros. Por lo tanto, los profesores tendremos que adaptarnos a las capacidades de cada estudiante, y proveerles de una educación personalizada tanto en el aula como en posibles grupos de apoyo fuera. Creo esencial poner de relieve que muchos estudiantes pueden no tener ciertas capacidades por culpa de un sistema deficiente, porque necesiten aprender de una manera diferente y mejorada. Recordemos que la educación es un derecho fundamental para todos. 

La organización y participación en actividades complementarias es otro de los aspectos más olvidados por los profesores. Las excursiones son una forma muy didáctica de aprender cosas nuevas, de entrar en contacto con realidades y, además, muy eficiente. Sin embargo, muchos profesores, ante la responsabilidad que implica dirigir una excursión, y el lío organizativo, prefieren mirar para otro lado. 




El punto número siete lo dejo para el final, Quiero antes comentar la importancia de informar a las familias sobre la educación y el aprendizaje de sus hijos. La interacción padres-profesores (y por extensión familias-sistema educativo) es esencial, ya que parte del aprendizaje y de la educación se lleva a cabo en las casas. No solamente de los contenidos académicos, sino de valores humanos. Además, el seno familiar, junto con la forma de socialización de cada alumno puede ser uno de los factores clave en la aparición de conflictos, de dilemas que puedan bajar drásticamente la motivación, la ilusión, las ganas y el rendimiento académico. Es importante que las familias y los profesores estén en consonancia. De igual modo, los docentes deben estarlo unos con otros, siendo complementarios. No tiene sentido que los valores, la ilusión, la motivación que transmite un profesor sea arrebatada por la disonancia de otros docentes del centro. Ahí es donde toma relevancia la función decimotercera (o 12+1 para los supersticiosos). Además, muy relacionada está la participación en la actividad general del centro. 

Con respecto a la coordinación de las actividades docentes, de gestión y de dirección y a la participación en los planes de evaluación creo que poco hay que decir. 

La investigación, experimentación y mejora de la enseñanza es otro factor clave que ya se ha comentado anteriormente. El docente debe estar en constante revisión de sí mismo, de sus métodos educativos, autoevaluándose, y siendo formado de forma continua. Debe dejar los orgullos tóxicos a un lado, y ser exigente, aspirar a mejorar día a día y a saber adaptarse a cada circunstancia que pueda surgir. 

Para terminar, como había prometido anteriormente, quiero hablar sobre la función de contribución a un clima de respeto y tolerancia. Creo que este asunto es especialmente importante. Sin embargo, considero que la forma de sintetizar la idea con palabras como "tolerancia" no hace justicia a la bondad de la idea que quiere transmitirse. Tolerar es aceptar algo que no es concordante con tus ideas. Y no, no hay que educar solamente para eso. En muchos asuntos sociales el problema está en el fondo. Las ideas prejuiciosas inculcadas por las familias o la sociedad. No se debería aceptar que los niños (recordemos, nuestro futuro) crezcan con ideas discriminatorias. No se puede tolerar a las personas homosexuales, bisexuales, trans, etc., ya que eso implicaría que, aunque nos acepten, realmente las ideas de fondo de esos niños/preadolescentes/adolescentes NO SON SANAS. En su interior. a pesar de no exteriorizarlo (por una idea de respeto muy superficial), seguirían pensando que no somos personas igual de válidas. Del mismo modo, y esto parece más sencillo de entender, no se puede tolerar a las personas racializadas o a las mujeres, ya que significaría que, aunque no lo expreses, y des una imagen/apariencia de respeto, en el fondo no crees que sean iguales en derechos, en libertades.

Una vez realizada esta corrección (que, si bien puede ser debatida en términos, no debería serlo en los pilares que la sustentan), comentar que esta medida de contribución al respeto es esencial, EDUCAR EN LA DIVERSIDAD, dar a conocer. Los miedos surgen cuando no se conoce. Y por desgracia, muchos miedos desembocan en odio y violencia. Unos niños/adolescentes bien informados serán mucho menos propensos a repetir actitudes discriminatorias que sus predecesores, sin lugar a ninguna duda, han cometido con anterioridad. Por lo tanto, una vez establecidas estas funciones básicas para ser un buen profesor… ¿Creéis que es correcto hablar simplemente de profesor, o igual debería enmarcarse más en términos de educador? Por desgracia, para eso, aún nos faltaría (a los que aspiramos a ser profesores) mucha formación. 




¡OH, MI YO!

¡Oh, mi yo! ¡oh, vida! de sus preguntas que vuelven, del desfile interminable de los desleales, de las ciudades llenas de necios. De...