Es bien conocido que el sistema educativo español muestra en sus
datos resultados muy poco alentadores. Países como Corea del Sur o Finlandia
tienen cifras de éxitos que se sitúan a años luz de nosotros. Sin embargo, una
de las cuestiones clave pasa por preguntarnos lo siguiente: ¿Cuáles son las
diferencias entre nuestro sistema educativo y el suyo? Y también: ¿Qué
diferencias culturales existen entre ambos países? ¿Es realmente tan grande la
brecha como para no poder aplicar aquí estrategias similares para mejorar los
resultados?
Hablo de estos dos países porque,
pese a que ambos tienen resultados muy similares, muy por encima de nosotros,
sus sistemas se basan en estrategias y valores muy diferentes entre sí. En
Corea del sur prima el esfuerzo ante todo. Su idea central radica en que un
gran esfuerzo lleva consigo unos grandes resultados. Por lo tanto, ser exitoso
depende de la capacidad de trabajo duro. Cabe resaltar que en este país la
educación está muy valorada: tanto las familias como el Estado y los profesores
reman en una misma dirección. Sin embargo, a pesar de sus buenos resultados, y
de su filosofía, desde mi punto de vista positiva de la cultura del esfuerzo y
el valor del trabajo, resalta que para ello inviertan cifras desorbitadas de
horas diarias (unas 12h/día). Esto demuestra que no es una cuestión de
inteligencia, sino de tiempo. Pero estar 12 horas al día es realmente
preocupante, poco efectivo, y puede tener otros efectos negativos en la
sociedad. Así, los jóvenes apenas pueden disfrutar de tiempo para realizar
otras actividades, descubrir mundo, descubrir gustos y conocerse a sí mismos y
a los demás.
En las antípodas de este modelo se
encuentra Finlandia. Con resultados similares, apenas requieren de 5h/día. Una
de las claves de su sistema educativo se basa en la motivación del estudiante.
Además, el profesor pasa de ser una persona que imparte conocimientos de forma
exclusiva para convertirse en un validador de experiencias. Esto, como es
lógico, requiere de profesores que realizan un esfuerzo titánico. Este sistema
presenta ventajas muy interesantes, como la posibilidad de realizar otro tipo
de actividades fuera de lo académico. Sin embargo, quizá no se promueve mucho
la idea del esfuerzo.
En España, a pesar de tener resultados
muy diferentes, creo que el sistema educativo logra llegar a un equilibrio
racional entre estas dos posturas: por un lado, está bastante inculcada la idea
del esfuerzo como forma de lograr objetivos, pero no al nivel de Corea del Sur,
con jornadas de estudio más moderadas. Sin embargo, creo que seguimos inmersos
en la falsa idea de que cuanto más tiempo mejores resultados. Y es que esto es
verdad solamente hasta un límite, ya que la capacidad de aprendizaje, de asimilar
y comprender conocimientos se ve fuertemente mermada tras un cierto período de
trabajo.
Por otro lado, la falsa idea de que
buenas notas son sinónimo de saber más, de ser más listo y ser más válido. En
ocasiones, llegando a un punto capacitista muy preocupante. Las familias y los
profesores no están tan ligados como en Corea del Sur, y el Estado deja de lado
de una forma realmente muy preocupante a la educación.
Es cierto que nuestra cultura es
muy diferente a la de estos países y que, por lo tanto, aspirar a repetir los
mismos resultados de la misma forma no es viable. Es más, quizá ni siquiera son
el ejemplo a seguir. Es probable que debiéramos fijarnos en otros lugares como Canadá, con resultados muy satisfactorios, y modelos más
equilibrados, donde tanto estudiantes como profesores realizan un gran esfuerzo
y están muy implicados. Sin embargo, en España hace falta inversión en I+D y en
educación más allá de todos los cambios en la metodología. Hasta que los
gobiernos no estén realmente implicados, las mejoras en el sistema educativo
van a ser complicadas.
Sin embargo, esto no significa que
haya que bajar los brazos. Los profesores deben estar siempre a la última, en
constante formación, deben estar motivados, verse implicados en su trabajo,
comprometidos, conscientes de la importancia que tienen. Además, deben
replanteare su forma de evaluación, y buscar la motivación de sus
alumnos.
En conclusión, en España a pesar de
tener un sistema educativo equilibrado en cuanto a la idea de esfuerzo, aún
queda mucho trabajo por hacer para mejorar unos resultados que no muestran
tendencias de mejoría.
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